Las piezas estaban sobre el tablero, la maniobra era muy peligrosa y nosotros, muy valientes, estábamos armados, listos y preparados para lo peor. A punto de salir a luchar por nuestras vidas, una voz se alzó dentro de nuestro grupo:
- Vamos! ¿somos Hombres o Payasos?
Y... salimos huyendo, cual viejas histéricas, presas del horror incontrolable que nos provocaba enfrentar nuestra muerte...
Después de correr por tres cuadras y media, nos reagrupamos y evaluamos la situación.
- Cobardes!!! regresen acá que les voy a patear el culo!!!...
Esa era la voz de Don Rodrigo que reclamaba la retribución de los bienes dañados. Eramos cinco niños, que en nuestro afán de recuperar un balón que nos había recogido Don Rodrigo la semana pasada, irrumpimos en su tienda como chivas en cristalería con toda la intensión de tomarlo por sorpresa y recuperar lo nuestro. Obvio no recuperamos nada y Don Rodrigo estaba más enojado que nunca. Claramente algo en el plan maestro que habíamos ideado falló.
Repasemos el plan.
Nuestro escuadrón estaba formado por:
- Jonatán López (10 años) - Cabo de armas - encargado de llenar las pistolas de agua con orines del "Toby" su basset hound.
- Pédro Albahaca (10 años) - Sargento 2º de comunicaciones - encargado de echarnos "aguas" con el megáfono de su mamá si venía la patrulla. La mamá era del grupo de protección civil del edificio donde vivian y además tenía una estética frente a la tienda de Don Rodrigo.
- Antonio Cotija (9 años) - Cabo de infiltración - Al ser el más pequeño de todos, podía colarse por cualquier rendija.
- Julián Oropeza (10 y 1/2 años) Sargento 1º Fuerzas especiales, era el unico de nosotros que tenía cinta amarilla en tae kwon do, además ya nadaba sin "flotis".
- Rubén Espinosa (10 años) Capitán General de División - Estrategia de recuperación de objetos perdidos.
Cuando salió Don Rodrigo a la calle a ver que había pasado... no quedaba nadie de nosotros.
La tienda de Don Rodrigo era la ultima del un grupo de comercios que se establecieron en la calle principal a lo largo de los años. Había una papelería, una tortillería, una tintorería, una estética (de la mamá de Pedro) y por último, frente a la estética, la tienda de abarrotes, vinos y licores de Don Rodrigo.
Así pues ya teníamos el terreno estudiado, los obstáculos y por ultimo, debíamos evitar que Don Rodrigo se diera cuenta de nuestra operación. Para esto debíamos sacarlo de sitio ¿Cómo? Debíamos hacer un pedido para que alguien lo llevara al domicilio, con Felipe ocupado con Flor, se vería obligado a llevarlo el mismo. Mañana echaríamos a andar nuestro plan.
El verano nos otorgaba la ventaja de que en martes a las 10:00 am pudiéramos estar listos para llevar a cabo nuestra pequeña invasión. Repasamos el plan. Verificamos el armamento. Hicimos pruebas de comunicación. Volvimos a repasar el plan. Todo estaba a punto y no podíamos fallar.
Antonio tuvo que convencer a su hermana de que Don Rodrigo no estaría en la tienda y que podría aprovechar para tomar unos twinkies de fresa con crema para ella y otros para él, sabía que Felipe no se los cobraría. En esta parte de nuestro plan nos arriesgamos demasiado al confiar en los instintos calenturientos de Flor y Felipe. Decía mi abuela "la hormona nunca falla", yo rogaba porque no nos fallara este día. Llegó Flor a la tienda y extrañamente su comportamiento empezó a cambiar. Flor estaba molesta, la hormona nos estaba fallando... en este preciso momento todo se vino abajo. Felipe y Flor se gritaban, algo sobre una "vieja de la tortillería" y "tus pinches amiguitas". El sentido común nos hubiera hecho abortar la misión, pero no teníamos sentido común. la misión debía continuar y nos colocamos en nuestras posiciones. Gracias a la naturaleza por cierto, porque no contábamos con que "la hormona" es demasiado fuerte para ser controlada. Después de algunas explicaciones y cosas así como, "Pero si tu eres la única Flor en mi jardín", se encaminaron hacia la bodega. Hicimos la llamada para hacer el pedido a nombre de la mamá de ese niño de la calle 10 que me robó la gloria y perdió mi balón, dulce venganza. Se escuchaban desde afuera los gritos de Don Rodrigo buscando a Felipe. Al encontrarse solo, entre maldiciones, preparó el pedido y salió a entregarlo en la bicicleta que servía para tal motivo "ahi te encargo Oso" alcanzamos a escuchar. AHORA! preparamos el rollito de jamón para el Oso pero no fue necesario, El Oso observaba con mucha atención como el par de roedores iban y venían de su plato de croquetas al agujerito detrás del mostrador. Primer objetivo, superado. Nos infiltramos en la tienda sigilosamente, Jonatán al frente con el rollo de jamón en una mano y la pistola de agua en la otra, después iba yo, repasando el plan en mi mente, para asegurarme del éxito de la misión a mi cargo. Detrás de mi, Antonio, que era quién tenía que pasar por debajo del mostrador para tomar el balón. El último de la fila era Julián, que cuidaba la retaguardia. No vimos a nadie, ni escuchamos nada extraño fuera del par de ratones. Nos acercamos poco a poco al mostrador entre costales de frijoles y las vitrinas. De repente la puerta de la bodega se abrió de golpe... PENDEJO!! escuchamos gritar a Flor y nos lanzamos detrás de los costales de frijol. Vimos salir corriendo a Flor de la tienda y al Oso voltear un momento para mirarla de reojo e inmediatamente después regresar su atención a los roedores. Felipe salió de la bodega subiéndose los pantalones y gritando a Flor que volviera salió también de la tienda tras ella. Pasaron dos minutos y nada, ni un ruido. Pasaron otros 3 minutos y todo sereno.
- Tranquilos muchachos, tranquilos, me asomaré a ver si es seguro. - dije con voz temblorosa
- Ve con cuidado - dijo Antonio. Que por cierto conservo muy bien la calma al ver a su hermana salir corriendo. Si salimos con vida de esto le otorgaré una medalla en reconocimiento a su valor.
- Si cuidado no quiere venir, iré con precaución - contesté con mi estúpido chiste de siempre.
y se escucho la voz de Julian.
- Vamos! ¿somos hombres o payasos?
Saltamos de nuestro escondite al mismo tiempo que entraba Don Rodrigo a la tienda... presas del terror nos escabullimos entre el perro y el ex-militar y corrimos sin voltear a ver si nos perseguían.
Después de correr por tres cuadras y media, nos reagrupamos y evaluamos la situación.
Julián estaba blanco, tenía su respirador en la mano y lo agitaba antes de llevárselo a la boca (tenía Asma), fuera de eso, estaba bien. Jonatán aún no decidía si reír o llorar. A Pedro lo vimos agitando las manos desde su puesto de vigilancia. Aparentemente el megáfono se había quedado sin pilas y no pudo avisarnos. Yo estaba "tranquilo" y seguía repasando el plan para ver en que habíamos fallado, en eso volteo a ver a Toño que se revolcaba en el suelo y tenía un enorme bulto en la panza.
- Ya se le reventó una tripa a este cuate - grite con fuerza -
Al girar sobre si mismo, el balón salió debajo de su playera y vi que reía incontrolablemente... a chin... el balón?
- Cuando Felipe salió tras de Flor vi la oportunidad de saltar sobre el mostrador y tomar el balón. El problema fue cuando salte de regreso, me encontré de frente con Don Rodrigo que entraba por la puerta y me miro privado del coraje. De repente ustedes saltaron y hubo un momento en que todos teníamos cara de zonzos. Hubieran visto sus caras ja ja ja. Cuando todos corrimos, yo ya tenía el balón. - Nos contó Toño.
- Toño, te has ganado un reconocimiento por tu iniciativa - Dije como General de la misión. Misión que, después de todo, salió perfectamente bien....
Como siempre las aventuras de cuando somos niños son siempre para contarlas a nuestros hijos o nietos las cuales serán inolvidables experiencias; además de que se encuentra a amigos verdaderos
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