Estación de tren Berlin-Schöneberg |
… entonces me
preguntó:
– ¿Y ya
aprendiste a decir algo?
– Ya aprendí a
decir “gracias” y “por favor”. Llevo apenas un par de semanas de viaje,
visitando distintos lugares, castillos, museos, monumentos, etcétera. No tengo
excusa, pero eso es todo lo que he aprendido. – Respondí a Gabrielle.
Lamento no
haberle pedido que se tomara una fotografía conmigo, pero en ese momento no se
me ocurrió. La verdad estaba pensando en cómo llevarla a la cama, y me
preguntaba qué sería lo correcto, ir a su departamento o a mi hotel. De tener
una foto sería más fácil describirla. En mis recuerdos Gabrielle, es una mujer
madura de edad un poco incalculable, muy atractiva, de cabello oscuro y ojos
azules, apenas mayor que yo por unos pocos años. Se notaba la reciente aparición
de esas arrugas cerca de los ojos y algunas canas que evidenciaban claramente
su experiencia en la vida. De figura conservada y si, como todas las alemanas
que vemos en esas fotos del Oktoberfest, con unos senos enormes.
Berliner Kindl Weisse |
Dejé mis cosas
en la habitación y decidí salir a buscar comida y cerveza, más cerveza que
comida. Unos cuantos pasos más adelante del hotel, alcance a ver un
restaurante-bar aún abierto. Al llegar a la esquina de Hauptstraße y
Koburger-straßse alcancé a ver el letrero del restaurante “Willi Mangler”
enmarcado entre dos logotipos de Berliner Kindl, lo cual me pareció buena señal.
Entré al lugar y el ambiente me tomó por sorpresa. Dos parejas de avanzada edad
compartían un mesa, estaban cenando y conversaban algo acerca del partido de
futbol que se veía en las pantallas, uno de ellos usaba bigote blanco, largo y
tupido, en un estilo que me recordaba las pinturas de los antiguos generales
del ejercito alemán durante la 1ra guerra mundial; el juego era entre el
Borrusia Dortmund y el Saarbrucken. La música provenía de una rockola, dos
tipos con pinta de motociclistas estaban poniendo rock de los 70’s y 80’s. La
decoración del “Willi” lo hacía parecer un antiguo pub de puerto, algo cercano
al mar, con mobiliario de madera “gastada”, una barra de unos seis metros de
largo con las estanterías de licores en la parte posterior; enmarcado por una
colección de unos 20 relojes de pared y la carta de las distintas cervezas de
la marca Berliner Kindl. Unas tres personas ocupaban bancos en la barra, dos
hombres y una mujer. Los tres conversaban con el tabernero; estando en Europa,
viajando de una ciudad a otra por tren, albergándome en hoteles de dos
estrellas o menos, ese lugar definitivamente me parecía una taberna de esas
antiguas que aparecen en los libros. Las paredes atestadas de baratijas y
antigüedades como carretas y barquitos de madera, canastos de mimbre, pinturas,
premios de caza, títeres, etcétera. Me pareció un lugar muy agradable,
acogedor. Me senté en la segunda mesa de la izquierda, de espalda a la ventana
y junto a uno de los árboles de navidad; repasé la lista de cervezas que se
podía leer encima de la barra, me decidí por la cerveza de trigo (€ 2.30)
y un plato de tres bockwurst. Gol del Borrusia Dortmund. Terminé de cenar y
pedí una segunda cerveza, ahora una pilsner. Seguí viendo el partido, el
Borussia era la nueva sensación; la temporada anterior había llegado a la final
contra el Bayern Munchen después de muchos años de no conseguir nada en la
Bundesliga.
En eso estaba
cuando la mujer me gritó en español desde la barra “¡Salud mexicano!” con una
“Coronita” en la mano. Sorprendido y un
tanto desconfiado (la última vez que alguien me había gritado “mexicano” en
Europa, me robaron cuarenta euros) le devolví el saludo y brindé con ella. Con
una leve inclinación hacia el banco que estaba a su lado en la barra me invitó
a tomar asiento, mientra las otras dos personas con quienes estaba platicando
momentos antes, seguían en lo suyo.
– ¿Tanto se me
nota? Lo mexicano digo. –le pregunté en español.
– No hablo
español, solo un poco. –Me contestó en alemán. Yo le repetí la misma pregunta
en inglés, añadiendo que yo no hablaba alemán.
– Si. –dijo
riéndose. – El acento es inconfundible. Me llamo Gabrielle. ¿Cuál es tu nombre?
– Mi nombre es
Angel. Mucho gusto. ¿Así que conoces México? –pregunté.
–He estado en
Cancún, es muy bonito. –Me dijo. Yo sentí ese orgullo que nos da cuando nos
dicen que México es bonito, creo que tienen razón y que a veces a nosotros
mismos nos cuesta un poco de trabajo reconocerlo.
– Si lo es, ¿algún otro sitio que hayas
visitado?
– Tulum, Playa
del Carmen, Cozumel e Isla Mujeres. ¿Tu que haces tan lejos de casa?
– Vine de
trabajo hace un par de semanas y me quede a vacacionar, no había estado en
Alemania antes.
Entonces me
preguntó:
– ¿Y ya
aprendiste a decir algo en alemán?
– Aprendí a
decir “gracias” y “por favor”. Llevo apenas un par de semanas de viaje,
visitando distintos lugares, castillos, museos, monumentos, etcétera. No tengo
excusa, pero eso es todo lo que he aprendido. – Respondí a Gabrielle.
– “Ich Liebe dich.” –dijo.
– ¿Perdón?
– “Ich Liebe
dich” quiere decir: “Yo te amo”; qué raro que no sepas, es lo primero que
aprenden los mexicanos a decirnos a las alemanas que vamos a Cancún. Eso y “Hast
du Sex mit mir?”
Seguimos platicando
de Alemania, de México, Gabrielle me invitó una cerveza alemana, le devolví la
invitación con una “Corona”. Mientras platicaba con ella, me estaba haciendo a
la idea de cómo sería en la cama, estábamos flirteando abierta y descaradamente,
obvio llegamos a ese punto donde hay que actuar para tomar las oportunidades de
la vida… Y pasó mi oportunidad, no supe en que momento, después de un rato la
conversación se tornó en como la distancia estaba matando su noviazgo. Pablo
(llamémosle Pablo, ya que no recuerdo su nombre real) Venezolano o colombiano
(tampoco lo recuerdo) tenía 3 meses en su país y debía esperar seis meses para
que la embajada liberara su visa de residente. Según Gabrielle, Pablo tendría
unos 28 años, 6 menos que yo en aquél entonces, eso nos da unos 15 o 18 menos
que Gabrielle. Mientras tanto otra mujer de edad mas avanzada aún, con el
cabello casi en su totalidad blanco, el rostro lleno de arrugas, muy delgada,
de casi un metro ochenta con botas y chamarra de cuero negra, se acercó a
saludarnos. No me enteré que se dijo de mi al respecto, la recién llegada rió,
me sonrió y después pidió una cerveza al tabernero, se entretuvo platicando con
él, terminó su cerveza mientras fumaba un cigarro y se fue. En ese momento noté
que Gabrielle era casi de mi estatura y llevaba zapatos bajos; decidí retomar
el camino del flirteo, ¿Cómo iba yo a perderme esta oportunidad?
Gaststätte Willi Mangler |
Pero ya era
demasiado tarde, Gabrielle invitó a nuestra conversación a uno de los viejillos
de las dos parejas que estaban en una mesa cenando cuando yo llegué y que se
quedaron platicando, en lo que a mi parecer era una reunión habitual. El señor
me saludo amablemente en Español. Me dijo que era una especie de agregado en la
embajada de Alemania en Venezuela, tenía una carrera diplomática de más de 20
años que en ese momento de la Historia Universal se encontraba en peligro;
Chávez acababa de morir a inicios de año y Maduro estaba formando su propio
gobierno. Ya sabemos como acabó todo eso al día de hoy. Gabrielle se disculpó
en parte porque no entendía mucho de nuestra conversación en español y porque
debía ir al tocador. “Realmente es muy atractiva” pensaba yo mientras el
viejecillo me decía:
– ¡Mira bien
ese gran culo! tengo al menos siete años tratando de llevármela a la cama y la
muy creída no se deja.
No dije nada. “Viejito
cabrón” pensé. Cuándo se dio cuenta de
que tal vez sería ella la que me llevaría a mi a la cama no desaprovechó la
oportunidad de “hacerme mosca”. Gabrielle regresó solo para despedirse,
intercambiamos teléfonos y correo electrónico escritos en comandas que nos
proporcionó el tabernero, guardé sus datos en la billetera. Nos dimos un abrazo
de despedida y dos besos a la mejilla, como estilan los europeos, el aroma de
su perfume, mezclado con el alcohol y el tabaco se quedaron impregnados en mi
memoria. Prometimos llamarnos la siguiente ocasión que regresara a Berlín o que
ella viniera a la Ciudad de México. Gabrielle y su 1.83 m de altura abandonaron
el “Willis Mangler” pasadas las dos de la mañana, tal vez decepcionada de que
esa noche dormiría sola y con frío.
El Borrusia
Dortmund ganó el juego dos goles a cero al Saarbrucken.
Dos días
después, de camino hacia la ciudad de Köln, me robaron (perdí, se me cayó, no
supe ya dónde quedó…) la cartera y nunca más volví a saber de Gabrielle. Al
parecer Venezuela (o era Colombia) tienen latinos más ardientes que México.
Comentarios
Publicar un comentario
Coméntale aquí...