“Y su grito, como los cohetes que tanto nos gustan,
sube hasta el cielo, estalla en una explosión verde, roja, azul y blanca y cae
vertiginoso dejando una cauda de chispas doradas.”
Octavio Paz.
“El laberinto
de la soledad”.
Estaba yo el otro día recordando a
Octavio Paz. Más bien, recordando algo que escribió Octavio Paz, porque yo al
señor, ni lo conocí. En uno de sus libros más emblemáticos: “El Laberinto de la
Soledad”, Don Octavio, a través del ensayo, trata de elaborar una identidad del
Mexicano, entre el mito nacional y la realidad de 1950, que no es muy diferente
a la de nuestros días. El capítulo “Todos Santos, Día de Muertos”, está
dedicado a las fiestas mexicanas. Por un lado, dice, tenemos las fiestas nacionales
(la del Día de la Independencia, la de la Batalla del 5 de Mayo, Día de
Muertos, la de la Virgen de Guadalupe, etc.) dónde todos nos emocionamos o por
lo menos disfrutamos del “puente”; y por
el otro, dice que cada ciudad o pueblo tiene su fiesta particular, la fiesta
del gremio predominante del sitio, o la del Santo Patrono, que se festeja con
devoción y regularidad. Creo que la última vez que asistí a una de estas
celebraciones, fue un día de muertos por allá por 2009 cuando fui a Mixquic;
recuerdo que la tragadera fue estupenda, atole de amaranto y tamales para el
desayuno y en la comida un puesto de garnachas anunciaba: Filete de venado
estilo Yucatán; que por el precio y sabor, dudo mucho que fuera venado. Hace
pocos días, tuve la gran alegría de visitar de nueva cuenta una de estas ferias
y no les voy a negar que la pasé increíble. Música, juegos mecánicos, gente, y
hasta una banderilla con papas fritas.
En tres días comienza “oficialmente” la Feria
de Huamantla en Tlaxcala (del 6 al 23 de Agosto), digo oficialmente porque al
momento de escribir estas líneas, me encuentro en el hotel que está junto a la
Basílica de Nuestra Señora de la Caridad, en el centro del poblado y la fiesta
ya se siente con mucho ambiente. Como veo difícil conciliar el sueño, a pesar
de la hora (12:25 am), decido dar un paseo por los alrededores. Se respira lo
que estoy seguro muchos mexicanos reconocemos como “ambiente de fiesta”; huele
a algodón de azúcar, a pan de pueblo, esquites, tamales, cerveza, antojitos y
se escucha el repicar de las campanas de la iglesia, acompañadas de cuetones y
la brillante luz de los fuegos artificiales ilumina con distintos colores las
caras sonrientes de todos los asistentes a la “tradicional serenata” a la
Virgen de la Caridad. En realidad creo que el sonriente soy yo… Hace frío pero
a los devotos parece no incomodarles, mucho menos a las decenas de parejas que
están bailando al ritmo de cumbia del Grupo SuperKids. ¿Saben? Dudo mucho que a
la Virgen de la Caridad le guste la cumbia, además, ni las mañanitas le tocaron. ¿Y yo? Yo sigo sonriendo, mientras observo la
creación de una nueva alfombra floral en el atrio de la basílica.
En
Huamantla cada año durante la noche del 14 y hasta la madrugada del 15 de
agosto se celebra La Noche Que Nadie
Duerme. Cuenta la historia que esta tradición, aunque se celebraba la
procesión de la Virgen desde el siglo XIX, fue hasta 1943 (después de todo el
relajo que se hizo en México por La Guerra Cristera), que se comenzó a elaborar
los coloridos tapetes de flores, aserrín y arena para engalanar los pasos de la
Virgen por las calles del pueblo. Gracias a esta celebración, entre otras
tradiciones, Huamantla se hizo con el reconocimiento del programa de la
Secretaría de Turismo “Pueblos Mágicos”. La Celebración sigue al día siguiente
con la Huamantlada. Dónde los valientes (y algunos borrachos) arriesgan su vida
durante el encierro de toros de lidia, a modo de las mismísimas fiestas de San
Fermín en Pamplona, España. Es curiosa la forma en que la gente del lugar
percibe la corretiza como “buena o mala”. El
año pasado no estuvo muy buena la corrida. No hubo heridos ni muertos. Pero hace dos años hubo tres muertos y no se
cuantos lastimados, estuvo buenísima, me dijo uno de los habitantes del
pueblo. Su comentario me recordó el accidente que tuve con “Bailaor” y de cómo
me prometí jamás volver a torear. (http://dudangel.blogspot.com/2011/09/de-heridas-y-cicatrices.html)
Celebremos
las fiestas! Conservemos las bonitas tradiciones del Pan de Pueblo, los elotes
cocidos, los juegos mecánicos y los besos bajo los fuegos artificiales…
En verdad disfrutó leerte, me transportas a la feria misma. El problema es que ya tengo mil antojos que tendré que saciar :P
ResponderEliminarjejeje Que bueno que te gustó! :*
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